PÓLVORA NEGRA

Montero Glez

Planeta, 2008


Un anarquista, un complot para acabar con una monarquía, un plan hábilmente trazado y una mentira oficial. De tales premisas parte el escritor Montero Glez (Madrid, 1965) para llevar a cabo su novela Pólvora negra (Ed. Planeta, 2008), una excelente recreación del intento de regicidio llevado a cabo por Mateo Morral el día de la boda de Alfonso XIII, galardonada con el premio Azorín 2008.

En esta fascinante novela, Montero Glez nos relata las circunstancias que rodearon el incidente sumergiéndonos en el retrato veraz de un Madrid por el que el autor hace desfilar, a modo de personajes, a una serie de figuras que marcaron una época de la historia de España y que tuvieron una destacada implicación en los hechos. Desde la propia familia real al conde de Romanones pasando por Primo de Rivera, José Nakens o Alejandro Lerroux, todos ellos integran una sólida trama vestida de crónica novelada con la que el autor trata de recuperar la figura histórica de Mateo Morral, romper con la historia oficial que siempre lo presentó como «un loco enamorado que cometió tan execrable acto movido por el despecho» y mostrarlo como un hombre inteligente, ilustrado y plenamente concienciado al que fallaron los apoyos de un plan minuciosamente trazado. El hilo argumental orquestado por Montero Glez nos conduce, minuto a minuto, por un camino de luces y sombras que atraviesa los recovecos existentes en los momentos previos y posteriores al luctuoso suceso y lo hace principalmente a través de la mirada de tres de sus protagonistas: Mateo Morral, el anarquista autor del atentado; el teniente Beltrán, un policía encargado, primero, de la seguridad del evento y después, de la investigación posterior al atentado —el personaje revelación de la novela— y La Chelo, camarera de la Horchatería de Candela, lugar frecuentado por Mateo Morral durante su estancia en Madrid, y que, a la postre, tendrá un papel esencial en la resolución del entramado que Montero Glez nos desgrana y desvela con maestría a lo largo del relato. Al margen de la riqueza de sus personajes, la novela cuenta con otro punto fuerte: la certera y evocadora ambientación de un Madrid de principios de siglo pasado cuyo pulso vital el autor ha transmitido de forma exquisitamente metódica y con una cruda exactitud no exenta de singular belleza. Un Madrid que no se lee ni se ojea: se bebe, se recorre, se disfruta y se sufre hasta terminar por convertirse en algo tan cercano como podría serlo un personaje más de la historia. Un Madrid cuya atmósfera sirve de excelente sustrato para transmitir la asfixiante sensación con la que se nos narra, de forma minuciosa y precisa, los momentos del atentado.

Aunque es cierto que el registro de esta obra difiere y se aleja en cierta medida de los textos a los que Montero Glez nos tiene acostumbrados, no es menos cierto que, por fortuna, el texto se mantiene completamente fiel a ese estilo tan peculiar que domina con destreza. Escrita en clave de novela negra, continúa albergando ese poso oscuro, desgarrado y profundo que caracteriza sus textos, sin embargo, la obra denota una evidente madurez narrativa en el recorrido literario de su autor. La novela, que en un principio podría parecernos un artificio histórico tan en boga en los últimos tiempos, se transmuta en un arduo trabajo de documentación con el fin de mostrar, a través de una narración ágil y dinámica, los hechos puros y desnudos de lo sucedido durante esa fatídica jornada de mayo de 1906. Por ello, Pólvora negra termina siendo algo más que una novela histórica de matices policíacos. Pólvora negra es una autentica vuelta de tuerca. La ordenada y metódica presentación de una serie de hechos y conjeturas que, tras su reflexión y evaluación, nos conducen a concluir que la historia pudo no ser como nos la habían contado. Ni mucho menos.

Parque Coimbra, mayo de 2008