MIENTRAS MI GUITARRA LLORA SUAVEMENTE
Se llamaba Jeff Healey y, a pesar de su aclamada trayectoria como compositor, labró su reputación como avezado guitarrista de rock y blues interpretando versiones de temas de otros autores. La primera vez que escuché rugir su guitarra, hace más de diecinueve años, fue en una incendiaria versión de Roadhouse Blues de los Doors que formaba parte de la banda sonora de una película de escasa fortuna y limitada relevancia filmada para lucimiento del guapo del momento. A mí, que en aquel momento desconocía la existencia de este guitarrista, la versión me sonó a gloria bendita. Después, siguiendo la estela de su trayectoria artística, llegaron hasta mí otras versiones: While my guitar gentil weeps de George Harrison, When the night comes falling from the sky de Bob Dylan, Blue Jean Blues de ZZ Top, I think i love you too much, canción compuesta y cedida por Mark Knopfler para el álbum Hell to pay y en la que se registra uno de los más efectivos y plásticos duelos de guitarra —con el propio Knopfler— que he tenido ocasión de escuchar jamás… La lista es tan extensa como elogiosa. En todas y cada una de sus interpretaciones, Healey lograba imprimir a su sonido ese sello tan personal y característico que conseguía que su remedo terminase por gustarte tanto como el tema original. Si no, más.
Healey era un guitarrista atípico en muchos aspectos. El primero de ellos era su ceguera. A los ocho meses de edad, un tipo poco frecuente de cáncer afectó sus retinas y obligó a los médicos a extirpar sus globos oculares. A los tres años pusieron en sus manos una guitarra y decidió aprender a tocarla de una forma muy poco ortodoxa: con el instrumento apoyado sobre las rodillas, a estilo lap steel guitar, y arrastrando las yemas de sus dedos sobre el mástil y los trastes de la guitarra como si pulsase las teclas de un piano. Ello dotaba a sus interpretaciones de una peculiar característica. Mientras el resto de guitarristas emplean de forma habitual cuatro dedos para pulsar las cuerdas, él empleaba los cinco, incluyendo el pulgar, lo que le permitía obtener de su instrumento ese sonido sucio y desgarrado, distinto y peculiar, plagado acordes curiosos, arpegios endemoniados y matices imposibles. Su curiosa disposición y, sobre todo, su innegable virtuosismo trascendieron ámbitos y fronteras permitiéndole compartir escenario con los mejores músicos del momento, desde BB King hasta Stevie Ray Vaughan.
Tras una azarosa vida de precauciones, controles médicos, miedos y luchas, en los últimos tiempos, una vieja conocida, aquella que siendo niño le arrebató la posibilidad de conocer el mundo con sus propios ojos, volvió para rondar su puerta. Primero fueron unos sarcomas en las piernas. Después, la maldita marabunta celular, implacable, terminó por invadir sus pulmones. Ingresos, intervenciones, esperanzas. Finalmente, el pasado mes de marzo, a la edad de 41 años, Jeff Healey libró su última batalla contra el cáncer. Y perdió. Y uno, que últimamente funciona más a destiempo de lo que le gustaría, acaba de enterarse del hecho. Y una sombra de tristeza ha empañado mi ánimo en esta tarde lluviosa y gris. Por la inestimable pérdida pero, sobre todo, por la remembranza de todos esos buenos momentos pasados en compañía de su música. Momentos que no se han perdido ni se perderán pero que ya no volverán a ser los mismos conociendo su ausencia. Hoy, mi guitarra llora. Por Jeff Healey.
Parque Coimbra, junio de 2008
Roadhouse blues: http://www.youtube.com/watch?v=3K9tVsjnoxs
While my guitar gently weeps: http://www.youtube.com/watch?v=MJh3KaIKDAw
Blue jean blues: http://www.youtube.com/watch?v=1xykErHeSu0
When the night comes falling...: http://www.youtube.com/watch?v=FnuvfUsl6iE
I think i love you too much: http://www.youtube.com/watch?v=odGmr9nyazM