HONORES Y MISERIAS


Recientemente he tenido ocasión de leer un magnífico libro titulado Si me quieres escribir del periodista Pedro Corral que versa sobre la batalla de Teruel a finales de 1937. Al margen de dar a conocer de forma extensa algunos de los detalles más curiosos de ese episodio —por ejemplo, que Teruel fue la única ciudad «reconquistada» por las tropas de la república aunque, por desgracia, poco les durara la alegría—, el autor presta especial atención a uno de los hechos más rocambolescos de nuestra guerra civil: el auge y posterior caída de la 84ª Brigada Mixta de la 40 división.

Imaginemos el cuadro: diciembre de 1937. Uno de los inviernos más crudos que conoció el siglo pasado. Temperaturas de 20º bajo cero que conseguían que se helara el alma, nieve de hasta un metro de espesor y problemas continuos de abastecimiento. Teruel, en poder de los facciosos casi desde el principio de la guerra, es cercada por varias unidades del ejército republicano, entre ellas la 84ª Brigada Mixta. Con esta medida —la de abrir un nuevo frente, el de Aragón— el gobierno pretende forzar a los sublevados a desplazar el grueso de sus tropas desde Madrid y aliviar así la presión que atenaza la capital.

Tras varios días de duros e intensos combates —en los que, insisto, no sólo se combatía contra el enemigo sino contra la terrible climatología y la falta de medios—, luchando denodadamente calle por calle y casa por casa, el 7 de enero de 1938 las unidades republicanas allí desplazadas consiguen rendir la ciudad en un alarde supremo de coraje y valentía en el cual destaca de forma particular la 84ª Brigada Mixta. Tanto es así que el logro de su hazaña trasciende rápidamente —también hubo en ello una cierta necesidad propagandística por parte del gobierno republicano— y son ensalzados por todo el mundo. Hemingway estuvo allí y dio fe; Robert Capa quedó tan impresionado de la gesta que pidió escribir la única crónica que realizó en toda su carrera.

Rotos y exhaustos, su proeza es recompensada con una semana de descanso en la retaguardia y el 15 de enero marchan a Rubielos de Mora donde se encontraban acuartelados pero el día 17 el ejército de Franco contraataca con la intención de recuperar Teruel. Sin haberse repuesto ni casi disfrutado del descanso prometido, reciben ordenes que les instan a entrar en combate con el fin de contener la nueva ofensiva.

Extenuados y al borde de la ruina física, la 84ª Brigada Mixta se insubordina, negándose a acatar dichas ordenes. La noticia corre como un reguero de pólvora entre las tropas y el mando republicano determina que en las actuales circunstancias ni debe ni puede permitirse el lujo de mostrar el menor signo de debilidad ante sus subordinados. Los miembros de la 84ª Brigada Mixta son detenidos, denigrados y tachados de traidores, de cobardes. Se les retiene en la cárcel de Rubielos y tras ser sometidos a un juicio sumarísimo, el 20 de enero 46 de ellos son llevados a un paraje cercano llamado Piedras Gordas y mientras prorrumpen en vivas a la república son ejecutados por orden del teniente coronel Nieto Carmona, ejecución llevada a cabo apenas 13 días después de haber conseguido que el coronel Rey d’Harcourt capitulara, rindiéndoles la ciudad de Teruel.

El infame hecho será silenciado durante mucho tiempo. La historia de la 84ª Brigada Mixta se torna funesta ya que, paradójicamente, acaban siendo los perdedores de entre los perdedores: antes héroes, fueron humillados y vilipendiados por su propio bando para terminar, como el resto de combatientes republicanos, perseguidos y encarcelados por el bando vencedor una vez terminada la contienda.

Al igual que el libro de Pedro Corral, sirva este artículo para rendir un humilde tributo que honre la memoria de la 84ª Brigada Mixta y de esos 46 republicanos que fueron un representativo ejemplo de las miserias y lo absurdo de una guerra. De nuestra guerra. De cualquier guerra.

Alcorcón, julio de 2004